sábado, 20 de abril de 2013

Marchitar.

"No dejes que te corten las alas... no como a mí." - fueron sus últimas palabras.
La chica soñadora de nacimiento, que llegó al mundo siendo mariposa. La chica de la mirada perdida y optimista, que vivió creando ilusiones. Ella siempre había sido esa chica, pero el mundo parecía obligarla a dejar de serlo. Su entorno, las personas, los lugares, las palabras... ella procuraba jamás cambiar por nadie y por nada que no fuera ella misma. Ella procuraba ser firme y fiel a sus principios y sus sueños, y no dejar de volar nunca. Pero a medida que crecía más extraña e incomprendida se sentía. El mundo empezaba a oprimirla y presionarla contra sus propios sentimientos. Se empezaba a sentir como en La habitación de Fermat; entre cuatro paredes que se juntan poco a poco hasta atraparla en sí misma. La sociedad la deterioraba, le decía que no podía, le decía que no valía, que era patética. Se metían con ella y la criticaban a menudo: era diferente. Ella se tapaba los oídos y cerraba los ojos, pero los fantasmas se apoderaban de su mente y la atormentaban desde allí. Su corazón, tan puro y vivo, comenzaba a marchitarse como la amapola que solía adornar sus cabellos de azabache. Ella sentía "sí" pero ellos chillaban "no", ella decía "puedo" pero ellos gritaban "jamás lo conseguirás"...
Un día nuestra amapola marchitó, y con ella sus ilusiones. Las cuchillas de la influencia cortaron sus alas cruelmente, hasta un día que dejó de volar. Dejó de brillar, de soñar, de sonreír, de luchar... todo por el qué dirán, por las críticas que había estado escuchando durante años. Tanto tiempo de palabras clavándose como puñales, de miradas de desprecio... tanto tiempo la habían menospreciado que había acabado por creerlo. Y al creerlo había acabado por no valorarse, por vivir con miedo a las personas, por vivir con pánico al rechazo y a ella misma. Se ahogaba en sus propios pensamientos en forma de lágrimas, ya no mostraba ni expresaba nada de sí misma al mundo. La chica soñadora, que tantas virtudes y objetivos tenia, que tanto valía... había muerto por dentro. 
Pasó el tiempo así, hasta que un día las heridas terminaron de cicatrizar, las lágrimas de salir, y los pensamientos de atormentar: llegó alguien a su vida. Alguien que le hizo darse cuenta de que nada de lo pasado mereció la pena, le hizo darse cuenta de lo que ella valía, y de que las amapolas se marchitan fácilmente si no las cuidas bien. Le hizo olvidar el pasado y le abrió un nuevo camino. Una sonrisa se dibujó en su cara después de tanto tiempo en silencio, y sus ojos de esmeralda volvieron a brillar como siempre habían acostumbrado. Se dio cuenta de la verdad, y comenzó de cero. Gracias a esa persona aprendió a amar y a ser amada, y por supuesto a amarse a sí misma
Y justo antes de reiniciarse pronunció esas palabras al viento, esperando que algún día llegaran a oídos de otra mariposa perdida como ella, y así alejarla de cometer su mismo error.