jueves, 19 de mayo de 2011

Standby.

De ti me separan centímetros kilométricos.
A veces incluso nos rozamos, pero mil leguas separan nuestros corazones.
Aún sigo en tu pequeña sala de espera. Veo que no soy la única.
No seré la única, pero si la que espera en peores condiciones.
Como un mendigo en un aeropuerto, esperando un vuelo que jamás saldrá. Triste, sentada en el suelo como puedo.
Acostumbrándose a estar allí. Incómoda, dolida, pero poco a poco acostumbrada.
Como la rutina de... un borrador de pizarra.
Lo cogen, lo utilizan, lo destrozan, no lo cuidan, a veces hay alguien que lo limpia, pero luego siempre acaba en la basura, sin poder hacer nada.
En tu sala de espera hay más gente, pero nadie como yo.
Algunas se cansan de esperar y se van, otras intentan resistir y yo... yo intento irme. 
Pero alguien me encadenó a una silla. Fuiste tú ¿verdad?
Alguien cerró la puerta con llave y me dejo encerrada. Fuiste tú, lo sé. ¿Quién si no?...
Mientras espero, no tengo comida, ni agua. No tengo sustento alguno más que tu mirada, pero por supuesto, ésta a través de una puerta cerrada. 
¿Dónde estás? ¿No ves que te estoy esperando?
Llevo llamándote mucho tiempo, pero no contestas a mis llamadas.
Llevo ya aquí desde antes de que esta sala se creara.
Entonces te encuentro. Estás en su sala de espera... 
Estás que no respiras, a penas cabes con tanto maquillaje que ella ha olvidado por ahí tirado, y la puerta está directamente cerrada.
Tú y otros tantos haciendo cola en una sala de espera que no existe, porque ya alguien la ha ocupado.
¿No te das cuenta? Allí no haces nada. Con todos esos borregos que esperan al lobo sin saberlo.
Pero yo te buscaré donde haga falta y te rescataré. Te esperaré siempre, mientras te busco en todos los rincones de su corazón, allá donde estés.
Tú estás tras un cristal blindado. Puedo mirarte todo lo que quiera, pero jamás podré pasar esa barrera. Intento romperla como sea, pero por muchos golpes que le doy no cede.
Es un cristal demasiado duro, sólo unas pocas lo pueden abrir sin problemas y quizás alguna haya conseguido hacer una raja. Yo ya no sé qué usar para traspasarlo.
No sé por qué no me canso nunca. Si es que son milímetros los que nos separan.
Miradas, alguna; sonrisas, alguna; ¿pulsaciones?... ni una... Ni una pulsación de tu corazón por el mío.
Puerta, cristal, barrera: Intacta.
Vuelvo a arremeter contra ella. No se abre. Ni un rayo de luz al final.
Tú y yo escribimos lo mismo… qué pena que no con los mismos sentimientos.
Que pena que no nos referimos a la misma persona.
Qué pena que no sea a quien debemos…
Te juro que iré a buscarte tantas veces como haga falta. Porque he de decirte que mientras tú la esperas tienes a tu sala de espera desesperada. Demasiadas esperas, ¿no? Y yo la primera de la fila… Como una fan histérica que llega días antes del concierto de su ídolo al estadio.
Que acampa en la puerta y pasa día y noche, no le importa nada, solo piensa en el momento que toque entrar por fin.
De vez en cuando noto que me clavas tus puñales, ¿por qué?
Quizás lo único que quieres es echarme a patadas, pero te recuerdo que tus golpes no harán nada, ya que tú mismo al principio decidiste dejarme atada.
Lo siento, ya no hay vuelta a atrás. La llave la tienes tú, al otro lado de la muralla, al otro lado de la alambrada. Al otro lado de tu corazón, donde llevo tanto tiempo como distancia esperando, la que llevo tanta distancia como amor…
Allí tendida en el suelo estoy. Sin comida, ni agua, ni sustento alguno más que tu mirada, por supuesto, a través de una puerta cerrada…
Ni el más cálido de los abrazos podrá desatarme. Sólo el tuyo.
Ni el más bello momento podrá salvarme. Sólo cuando esté contigo.
Sólo los momentos junto a ti me reavivan el corazón y me dan un poquito de fuerzas para seguir con vida en tu sala de espera.
Ya lo tengo asumido, no se si eso es bueno o malo, ya que a pesar de eso, aún no me he ido.
Ya he buscado la llave por todos lados, he intentado arrancarme las cadenas, lo he intentado…
Pero te recuerdo que la llave está contigo, al otro lado…
Pero cuando me acerco a la puerta… me tiran mis cadenas y me impiden el paso.
No puedo seguir, ni puedo irme. Me siento como un perro abandonado, que alguien dejó atado a una farola, y que nadie lo rescata… que nadie llega. Tirado, perdido, despreciado. Y que jamás pidió ni mereció eso…
De ti me separan centímetros kilométricos.
Tan cerca, pero mucho más lejos. Tan lejos… pero tan cerca. 



lunes, 16 de mayo de 2011

Qué difícil es quererte tras una puerta cerrada...